Por: Edgar Pezaña
Por: Edgar Pezaña
Disponible a partir del 16 de noviembre en Netflix.
Las personas que hemos visto a lo largo de nuestro camino, todos a los que hemos rosado con nuestra ropa en un pequeño choque accidental al andar, toda la gente a la que le hemos devuelto el saludo, o bien, toda aquella a la que hemos amado ¿encontrarlos se debió a una casualidad o todo fue parte de algo más grande?
“In-Yun”, en coreano, significa “providencia”, o “destino”, es el concepto que mueve toda la trama en la película, es el punto angular del relato que evoca la reflexión de todas las decisiones que hemos tomado en la vida. En el filme, se nos presenta al tiempo como un juego sobrenatural, en el cual las coincidencias no existen, todo pasa porque hay una conexión de la vida entre las vidas, de lo que ya fue y de lo que seguramente, después, será. En “Vidas pasadas” (Past lives), el amor, se muestra como parte de este juego, el que este sobreviva dependerá siempre de la caprichosa y en ocasiones injusta, voluntad del destino.
Dentro de esta premisa, se nos presenta a Hae Sung y Nora, quienes son guiados por la vida como dos líneas paralelas, sus caminos se ven de frente, se acercan, se permiten amarse en su lejanía, pero siempre emerge algo que no les permite estar juntos: una fuerza inaudible los obliga a amarse en el silencio, entre la agonía del deseo y la perpetua condena de la distancia. Porque amar es como deambular entre una oscuridad descalza, entregar hasta el tuétano y esperar a cosechar lo que la incertidumbre nos sembró. Amar, es aferrarnos a lo que no es nuestro, al deseo de encontrar complicidad en las llanuras de la memoria y al final abnegarnos al caprichoso destino que nos dejó acariciar el silencio más tenue que surgió entre el anhelo y el deseo.
Celine Song, a partir de su pluma y la cámara nos da un regalo espectacular; con el guion de su filme se arrebata con sencillez la calma emocional con la que el espectador mira la película, te evoca recuerdos, te permite pensar en lo que quizá creíste olvidado. La directora hace con la cámara un juego que reverbera las emociones presentadas, para al final dejarte en la agónica melancolía.
Sabines decía: “los amorosos buscan, los amorosos son los que abandonan, son los que cambian, son los que olvidan”, la historia de Nora y Hae Sung es justo eso: amor, búsqueda, abandono, cambio y un inherente olvido. Se trata de la historia de una búsqueda incansable, en dónde el destino se niega a encontrar en esta vida, lo que quizá en otra se permite ser amado.